Payoya Negra es un vino con una tremenda personalidad o, para ser más exactos, con varias. Sorprende su complejidad y tiene alma para ser un gran vino. El proyecto de Finca La Melonera tiene como objetivo la recuperación de variedades autóctonas casi extinguidas y ese carácter silvestre, la sensación de algo auténtico, virgen, se percibe en el vino claramente. Es un vino para ser disfrutado sin prisas, para descubrir aromas y sabores desconocidos; interesantísimo.
Detrás del proyecto de recuperación se encuentra, como no podía ser de otro modo, el incansable Josep Lluís Pérez, alma de Mas Martinet (Priorat) y asesor de tantas otras iniciativas; y la gestión vitivinícola está en manos del equipo de enología del Grupo Perelada, con Ana de Castro al pie del viñedo y de la bodega, asesorada por Delfí Sanahuja, el enólogo de Castillo de Perelada (Empordà). Unas credenciales impecables, un paraje de gran belleza y una oportunidad preciosa para seguir descubriendo los desconocidos tintos andaluces.
En copa viste un color picota oscuro, vivo y brillante. Es una mezcla de garnacha (40%) y syrah (30%), al que se añade tintilla de rota (25%) y otra variedad cuyo nombre no puede todavía publicarse por aquellas cosas de la legislación y la burocracia, todavía no está oficialmente admitida.
En nariz, pide tiempo, pero su elegancia y riqueza aromática no tarda tampoco mucho en manifestarse: huele a vino mediterráneo, es fresco y cálido a la vez, y en él encontramos fruta madura, notas especiadas, notas dulces y aromas cremosos, puntas lácteas como de yogur que parecen ser aportadas por esa variedad oculta, notas terrosas, y un elegante frescor balsámico al agitarlo. Paisaje y naturaleza en la copa, y una notas curiosas que nos cuesta definir pero que nos trasladan a un prado con ganado, unas notas sutiles de cuero, esas notas lácticas... Verdaderamente, el aporte de esas variedades desconocidas aportan al vino una gran riqueza.
En boca se aprecia el carácter de la garnacha, con su frescura y honestidad, su paladar directo, pero también la jugosidad de la syrah, enriquecida por ese fondo asilvestrado. Es un vino potente, jugoso, con un cierto dulzor bien equilibrado, los taninos pulidos y un final de suave regaliz que le da persistencia.
NOTA: La payoya negra que da nombre a este vino e ilustra su etiqueta es una cabra autóctona andaluza con cuya leche se hace el queso de cabra Payoya en la Sierra de Cadiz y la Serranía de Ronda.