¿Cuántos vinos elaborados con albilla de Manchuela conocen? Seguramente ninguno, como tampoco habrán oído a hablar antes de esta uva. No se preocupen, tampoco los ampelógrafos que estudiaron su genética. Se trata de una variedad muy curiosa, de origen desconocido, que nada tiene que ver con los albillos de Gredos a pesar de su parecido nombre. Fue bautizada como albilla de Villamalea o de Manchuela, albilla, seguramente por su temprana maduración, ya que se suele cosechar a principios de agosto. Bendito quien la plantó en estas tierras, y quienes la mantuvieron.
Juan Antonio Ponce, creador de este fantástico vino, se impuso un reto: elaborar un vino blanco con personalidad, que se saliera del perfil de blancos más habitual, con uvas de la zona. ¡Originalidad no le falta, se lo aseguramos! En Reto, descubrirán un vino muy interesante: puro, sin pretensiones, auténtico, que conseguirán por un precio más que razonable. Eso sí, el reto del consumidor será encontrar botellas en el mercado: o las consiguen cuando acaba de salir, o tomen nota para el año siguiente. Ponce tiene esa virtud: elaborar vinos espléndidos con producciones limitadas a unos precios tan contenidos, que vuelan de las tiendas (¿conocen su tinto Depaula?).
Reto se nutre de una gran variedad de suelos plantados en zonas altas, entre los 700 y los 820 metros; son suelos graníticos, arcillo-calcáreos, calcáreos, rocosos, de aluvión... Cuando lo caten apreciarán un fondo salino y se preguntarán: ¿de dónde procede este perfil atlántico, marino? Nos cuenta Ponce que en la localidad existían unas salinas naturales, y todos coincidimos en pensar que esa salinidad persiste todavía en las capas profundas del suelo. Para una mayor personalidad, cada parcela fermenta y se cría por separado, las uvas no son despalilladas para evitar la sobreextracción y de la prensa el mosto pasa directamente a las barricas, sin maceración, donde se criará con sus lías durante varios meses. Así se consigue un vino delicado, con un color casi transparente en las añadas más frescas, con volumen pero sin pesadez; y un vino que combina rusticidad con floralidad, un vino complejo, mineral y con una cierta salinidad en el final.
No les diremos mucho más, es un vino para ir descubriendo poco a poco y dejándose sorprender. Si la primera impresión les recuerda a la cerveza, no se equivocan, son aromas de levaduras muy característicos, más marcados en algunas añadas. Huelan, deléitense con su mineralidad, su refinamiento, sus aromas frescos de hinojo y su fondo marino, ¡parece más un vino gallego que de estas tierras de Cuenca! Verán cuán apetecible y seductor es también en boca: fino dulzor, salino, cremoso, cítrico, con piel de manzana, de lima, de membrillo... Es el único vino blanco de Ponce pero realmente, un vino único. Juan Antonio, ¡el reto está más que superado!