El manzoni blanco es el cruce más conocido entre los creados por el profesor Luigi Manzoni, de la Escuela Enológica de Conegliano, en la década de los años 1920, una uva nacida de la unión entre la uva riesling y la pinot blanca. La interpretación que de ella hace la bodega Vignata, con el nombre de Agno Casto, es sin lugar a dudas la más lograda, gracias al suelo volcánico y de caliza de las Colinas Euganeas, tan cercanas a Padua, que confiere a esta variedad ya de por si aromática y estructurada un extra de mineralidad, de tensión y de sabor.
La azienda Vignata no necesita presentación. Es a un tal contexto y a la visión de personalidades como Lucio Gomiero, Luciano Salvagnin y Paolo Guzzo, que se debe el desarrollo de la región de las Colinas Euganeas. Sobre estas colinas, que Petrarca y Foscolo han inmortalizado con extraordinarios versos, se elaboran por ejemplo algunos de los mejores cortes bordeleses de Italia. ¿Motivo? La perfecta exposición de sus numerosos viñedos sobre estas colinas de origen volcánico que de forma tan singular destacan sobre la llanura véneta. Dicho de otro modo: cuerpo, riqueza y mineralidad a raudales.
Vignalta se encuentra en la parte meridional de las Colina Euganeas, considerada generalmente como la mejor. Sus viñedos, si bien toman como epicentro la localidad de Aquà, se extienden por toda la denominación, y es en el término de Faedo, centro de la denominación, al pie del monte Venda, donde nace el Manzoni de Vignalta, posiblemente el blanco más significativo de la gama.
Su color amarillo pajizo, algo intenso, permite intuir su riqueza aromática, esencialmente de plantas aromáticas como la salvia, el tomillo, el orégano, pero también de flores, flores de acacia, y de frutas, más bien cítricas. En boca el Agno Casto es estructurado y se percibe la calidez del alcohol sin llegar a ser secante. De hecho, su acidez es asombrosa, flanqueada por el gran sabor que uno espera del terruño volcánico. Generoso y, en general, envolvente y afrutado, con una retronasal de mar y de piña. Se cierra, tras una larga persistencia, con un final enérgico que revela la complejidad natural del viñedo gracias al hecho, y merece destacarlo, de que Agno Casto se cría únicamente en acero, durante unos seis meses.
