Asociada al movimiento Chiocciola, la asociación italiana de Slow Food, Vignai da Duline es un proyecto que merece ser cuidado. La tutela del territorio y su preservación en las mejores condiciones son los valores fundamentales que llevaron a Lorenzo Mocchiutti y Federica Magrini a emprender, en 1997, esta aventura en la región fronteriza de Colli Orientali del Friuli. Las aproximadamente seis hectáreas de propiedad, localizadas entre los municipios de San Giovanni al Natisone (una aldea de Villanova del Iudrio) y Manzano, a pocos kilómetros de Cormons y la frontera con Eslovenia, son conducidas según principios biodinámicos y cuentan con cepas de más de ochenta años de edad que rodean los históricos edificios de La Duline y Ronco Pitotti.
La altísima calidad, los bajos rendimientos, las selecciones minuciosas y, por supuesto, un terroir único y excelentemente optimizado, enamoraron a Luigi Veronelli y a otros tantos apasionados del buen vino. Los viñedos, cubiertos de hierba y rodeados de bosque, crecen sobre los típicos suelos del Friuli, compuestos de margas y arenisca, y las colinas de guijarros, resultando de todo ello unos vinos que se caracterizan por su verticalidad y mineralidad.
El viñedo de malvasía istriana, en la localidad de Duline, tiene el aspecto de una auténtica selva. La bodega tiene como norma no podar y respetar el ciclo vegetativo de la vid, que crece así con abundante follaje. De aquí el nombre del vino: Chioma Integrale (corona completa). Procedente de viñedos que no han sufrido ninguna práctica química, al menos desde hace cuarenta años, la malvasía istriana se beneficia de los suelos calcáreos y de la elevada edad de sus cepas para acentuar su suavidad, sus aromas frutales y su marcada mineralidad.
Naturalmente el vino fermenta espontáneamente y con levaduras autóctonas, alcanzando un perfecto equilibrio entre densidad y verticalidad. Fiel reflejo de las características de cada añada, Chioma Integrale realiza en madera su fermentación maloláctica y descansa durante unos ocho meses en barricas y barriles de roble.
De un incisivo color amarillo pajizo, en nariz se revela con notas de melocotón blanco y cítricos, pero con un fondo muy evidente de hierbas aromáticas y medicinales, yodo, sal y una marcada mineralidad. Un vino tan vibrante en nariz como en boca, donde se muestra con una explosión de sabor y frescura que permite comprender de inmediato su gran potencial evolutivo. Los recuerdos de salvia, cítricos y yodo, enriquecidos con una reconocible aromática de frutos secos, marcan su paso por boca y persisten largamente.