Tres Patas

Canopy es una bodega joven que pretende redescubrir el terruño histórico de Méntrida. Elabora vinos pensados desde la viña, intentando respetar al máximo la uva, razón por la cual todos los trabajos en el campo siguen principios ecológicos, una viticultura sostenible, con la mínima intervención que permita a los vinos mostrarse honestos y expresar todo el potencial de cada uno de los varietales. Con el mismo fin, utilizan barricas de gran volumen que no marquen en exceso los vinos.

A 750 metros de altitud, en un microclima de duras temperaturas diurnas y noches frescas que fijan los aromas, crecen las uvas del Tres Patas, vino que como la mayoría de la bodega acumula multitud de premios desde sus inicios. La uva vendimiada recibe una maceración prefermentativa a temperatura controlada, después de la fermentación alcohólica, sigue la maloláctica en barrica y una crianza de 12 meses en barricas de roble francés de 400 y 500 litros y fudres de 1500. Se embotella sin filtrar ni clarificar.

El vino resultante es un tinto de oscuro color picota y borde de frágil color rojizo. La primera sensación en nariz es de fruta muy madura (ciruelas negras) con algún destello cítrico de fondo que parece augurar una boca algo más fresca de lo que inicialmente cabía presuponer. Pimientas y notas anisadas afloran en compañía de recuerdos balsámicos, de hojas secas y agua de olivas. Con el primer sorbo, uno descubre un vino que se muestra tímido en un principio pero que pronto se afana por rellenar cualquier rinconcito de nuestras bocas de fruta jugosa y recuerdos torrefactos. Su acidez pellizca nuestras mejillas al tiempo que unos elegantísimos toques amargos a chocolate negro recorren nuestro paladar. Ofrece una versatilidad al alcance de muy pocos vinos tintos; uno lo imagina como copa de sobremesa, acompañando un buen chuletón o incluso con un buen guiso de legumbres casero. Sea como sea, el Tres Patas no cojea, quizás sea nuestra compañía la pata que le falta.