Siete son las personas que conforman el proyecto de Bodega Vidas y el vino Siete Vidas un bonito recuerdo de su trabajo. Aunque en realidad, son muchas más las que luchan a diario por mantener viva la milenaria viticultura asturiana.
Los vinos de Bodega Vidas son siempre frescos y están elaborados con variedades autóctonas, en este caso, albarín negro, carrasquín, verdejo negro y mencía. Siete Vidas es un vino sincero, impregnado del carácter de un clima y un suelo muy especiales, una mezcla del saber milenario trasmitido de generación en generación y de las más modernas técnicas enológicas; un vino tradicional adaptado a los tiempos modernos.
Las escarpadas viñas del suroccidente asturiano no son, ni mucho menos, el entorno más sencillo para trabajar la uva. Tan solo aquellos acostumbrados a tan duras condiciones de cultivo se atreven a realizar los trabajos manuales en el campo, hasta el punto de que su trabajo es denominado por muchos “viticultura heroica”. La uva se vendimió a mano, única manera posible en las pizarrosas laderas asturianas, y su mosto fermentó en fudres de roble francés de 3000 litros en los que, convertido ya en vino, realizaría la crianza.
Siete Vidas es un vino de marcado carácter atlántico, de capa media, brillante a la vista y fluido al paladar. Su nariz llega perfumada de flores, menta y arándanos, grosellas y piel de naranja. Muestra una gran pureza mineral, de piedras recién resquebrajadas. Es vibrante, equilibradamente tenso y muy largo, dejando tras de sí un rastro de carbón vegetal y frutillos silvestres. Obliga a cerrar los ojos tras cada sorbo y a relamerse buscando unas gotas más de placer. Su acidez es muy pura, de las que denotan poca o ninguna intervención, mientras que su fragancia transmite sensaciones encontradas de bosque y mar, de los matorrales húmedos al amanecer y del frescor de la marinada.