Agustín Santolaya, director general de Bodegas Roda, explica siempre que el objetivo de Roda es hacer vinos para disfrutarlos en la mesa, vinos que no saturen el paladar, vinos hechos no para impresionar sino para gustar y ser disfrutados con una y otra copa, vinos para repetir. Sírvanse una primera copa de Roda y entenderán perfectamente esa filosofía: bueno, oscuro, profundo —nuestra primera impresión—; frutal, maduro, dulzón —la segunda. Conclusión: un vino expresivo, redondo y placentero.
Con estas pocas palabras podríamos definirlo, pero si buscan completar su tarjeta de presentación, podremos añadir que Roda no sólo es un buen vino, una buena compra, sino también uno de aquellos vinos a elegir cuando se tienen invitados a cenar y desconocemos sus paladares y experiencias; es un vino que agrada a todos (de hecho, los tres principales de la gama: Sela, Roda y Roda I). Es un vino completo, suave, fresco y a su vez cálido; será su anfitrión perfecto.
Roda nace en el barrio de los más grandes clásicos de Rioja, es un rioja Reserva pero su elaboración difiere de la de sus vecinos, aunque coincide con ellos en la elegancia y la facilidad con la que se bebe. En su coupage participa principalmente la variedad tempranillo (89%) y unos pequeños porcentajes de garnacha (8%) y graciano (3%). Fermenta en tinas de roble francés y envejece en barricas nuevas de roble francés, características éstas que se aprecian naturalmente en su aspecto y cata. En copa muestra un color intenso, vivo, y en nariz desprende calidez, fruta madura, cerezas maduras, pero también notas de fruta negra; es muy fresco también, con notas de monte bajo que ofrecen una agradable sensación balsámica y un moderado dulzor, ideal para acompañar foies y platos cocinados con frutas, peras, pasas y ciruelas.
En boca es equilibrado, estructurado, de cuerpo medio... y accesible, elaborado no para impresionar sino para complacer. Su estilo es más bien moderno y al principio puede parecernos "uno más", pero su identidad riojana y su personalidad se imponen con un poco de paciencia en copa o un mayor reposo en bodega. Catado a ciegas, sigue haciéndonos dudar en algún momento, esas notas de café que siempre nos acercan al terroir bordelés y a Pauillac en particular, tan próximo y tan vinculado históricamente con los vinos de Rioja y en particular a los vinos de las bodegas del Barrio de la Estación; y su frutosidad, la madurez de esa fruta roja, nos hace compararlo con algún vino de Toro. Definitivamente y en resumen, un rioja complejo y rico en matices. Abramos bien los ojos y disfrutemos de él, pues nació para ese objetivo, un vino placentero de principio a fin. Se servirán una segunda copa... y una tercera, ya lo verán.