MQV La Buena Vid

Cepas de tempranillo y graciano plantadas en vaso hace más de 50 años son las responsables de la elegancia y la complejidad de este gran vino riojano. Las uvas de los viñedos repartidos entre la Rioja Alta y la Rioja Alavesa se vendimian manualmente a finales de septiembre y se dejan macerar en frío durante un par de días. Después, de la fermentación alcohólica, la maloláctica sucederá de forma espontánea en barricas de roble de segundo año. Finalmente, el vino se criará durante 14 meses en roble francés y americano.

Pese a su dilatada crianza, la madera no domina en absoluto el alma de este vino. Luce vivo color picota tras el cual pronto asoman aromas de bayas rojas silvestres y cerezas que dominan la nariz; solo tras unos minutos en copa se aprecian ligeros tonos tostados, pero siempre desde el trasfondo. En boca es fresco y sedoso, elegante y redondo, gracias al perfecto equilibrio entre la buena fruta y el medido impacto de la crianza. Esponjoso, ligero, delicado y vivo como el jugo que sale de una frambuesa tras el primer bocado; finamente ácido y cítrico, como un gajo de naranja sanguina, quizás debido al 20% de graciano integrado en el corte. La mineralidad que se intuía en nariz, se confirma en boca, con el carácter del suelo arcilloso-calcáreo dejando su firme impronta. La Buena Vid es un vino que transmite una emocionante sensación de sabiduría, de tiempo bien asimilado; no en vano, ha conquistado a paladares tan exigentes como los de Robert Parker o José Peñín.