Montrodó Negre

Un claro recuerdo láctico a yogur de fresa es lo primero que percibimos al acercar la nariz a la copa de Montrodó Negre. Un aire fresco y balsámico sale a nuestro encuentro, acompañado de algún discreto y agradable verdor, más algún apunte a cuero derivado de su crianza y a cenizas que nos recuerdan el origen volcánico de los suelos de la Finca Ca l’Elsa, en Girona, de la que procede la uva que dará lugar a este particular tinto. De hecho, su nombre rememora el de un antiguo volcán situado en el centro de la propiedad y rodeado de bosque, cuyo carácter impregna también el vino.

Las variedades bordelesas con las que se elabora parecen sentirse cómodas en el pequeño pueblo gerundense de Sant Martí Vell. La uva se recolecta en el momento perfecto de madurez para asegurar que no transmita tonos verdes agresivos al vino. Se lleva con rapidez a bodega en pequeñas cajas y se deja macerar en frío para obtener los aromas más delicados. Después, la fermentación sucederá en unos 12 días durante los cuales mosto y pieles macerarán extrayendo el color; acabada la transformación de los azúcares, se da por terminada también la maceración, pues se busca que el carácter de cada variedad de uva sea nítido y delicado.

El buen hacer tanto en el viñedo como en la bodega se traduce en un vino seductor dominado por los aromas de frutas silvestres como los arándanos y por recuerdos balsámicos a hierbas de bosque mediterráneo. Su paso por boca es delicado pero expresivo; sabroso, pero de buena acidez; tiene todo aquello que uno espera de un gran vino, pero a un precio muy contenido. Es carnoso, complejo, seductor, ahumado, redondo y, por si todo esto fuera poco, permite un servicio ligeramente fresco sin perder un ápice de expresividad.