Si pensaban que con este vino iban a poder conocer las emocionantes y puras garnachas de monte El Reventón y Cantos del Diablo y ahorrarse algo de dinero, se equivocan. No con el vino, por supuesto, sino con la idea: los tres son tan distintos, en suelo, en orientación del viñedo..., en carácter en definitiva, que cada vino debe ser tomado en su singularidad. Pueden empezar con estas Uvas de la Ira, pero si realmente desean conocer la diversidad y riqueza de las garnachas de la sierra de Gredos, no se pierdan las otras. Con este vino conocerán la garnacha del pueblo El Real de San Vicente.
La localidad de El Real de San Vicente se encuentra en la parte este de la sierra de Gredos (en la provincia de Toledo), en la cuenca del río Tiétar, una zona de clima mediterráneo húmedo, y las viñas utilizadas en la elaboración de este vino tienen unos 60 años y proceden de tres parcelas situadas a una altitud de 750 metros, sin llegar a la parcela más alta, la del paraje llamado Cantos del Diablo (900 metros), del que Dani Landi elabora su vino del mismo nombre. Los suelos de estas tres parcelas son de composición granítica, con arenas en la superficie, distinguiéndose también de los suelos que alimentan otro gran vino de Dani, El Reventón, de tipo pizarroso. Estas diferencias en suelo, en clima y en altitud se reflejan en cada uno de estos vinos y son su esencia. Si algo define a este viticultor y enólogo, admirador de la Borgoña y del Valle del Loire, es el respeto por la naturaleza, la busca de la identidad, reflejar en cada vino las características de cada viñedo o, en esta ocasión, de un pueblo, el de El Real de San Vicente.
Con ese objetivo, Las Uvas de la Ira se elabora, como los demás de la bodega, evitando al máximo cualquier proceso agresivo, con maceraciones suaves pero largas, con raspón al 100%, utilizando levaduras autóctonas y recipientes de gran volumen para la crianza: el vino se cría durante 10 meses en fudres de roble francés de 2000 y 3000 litros. ¿Resultado? Un vino de color picota de capa baja con lágrima abundante pero que no tiñe la copa; una nariz elegante, seria y profunda, fresca y muy frutal, con notas especiadas de pimienta, mineral y tenuemente balsámica; y una gran acidez al paladar, con menos intensidad frutal que en nariz, una estructura y cuerpo medio, y una garnacha tremendamente fácil de beber.