Las Gundiñas

La Vizcaína de Vinos es el más reciente de los proyectos vinícolas de Raúl Pérez, aunque conociendo su incesante inquietud y su rebosante creatividad, estamos más que seguros de que no será el último. En este caso, el espíritu libre de Raúl Pérez cabalga agarrado de las manos de sus sobrinos (Nerea Pérez y César Márquez), con quienes pretende homenajear a su padre ya fallecido replicando el nombre con el que su predecesor comercializaba sus vinos: La Vizcaína de Vinos. Su apuesta es rotunda por las variedades locales, de las que quiere resaltar su tipicidad, y por las vides más antiguas, herramientas indispensables, según Raúl, para dibujar vinos de entidad local.

Las Gundiñas se elabora con una base de mencía, salpimentada de bastardo, garnacha tintorera y doña blanca, todas ellas variedades tradicionales plantadas en vasos centenarios en Valtuille de Abajo y cultivadas sobre suelos arcillosos y calizos a más de 500 metros de altitud. El entorno se traduce en una acidez que resulta en un vino incisivo, que no ofensivo, y que sumada a una elegantísima pincelada amarga puede descolocar a cualquier catador que pretenda ubicarlo geográficamente. Su tensión y su sobriedad pudieran llevarnos a pensar en tintos de nebbiolo o, incluso, de sumoll.

Hay algo silvestre en él que atrapa, quizás el recuerdo del raspón entero con el que la uva fermentó en tinas abiertas; una rigidez mineral, caliza, casi salina que salpica con elegancia el fondo de fruta silvestre más previsible antes de descorchar la botella. Guindas, zarzamora, ralladura de naranja, finos ahumados y un puñado de finas especias tostadas que rememoran las duelas de las barricas de maderas usadas; tomillo y frescor por los cuatro costados, de bosque próximo al mar; rigidez de grafitos desmenuzados, tierra húmeda y fina tanicidad de piel de grosellas negras derivada de su larga maceración. Lo tiene todo, entidad y carácter para crecer en botella durante años, pero también la amabilidad suficiente para resultar accesible de inmediato.