Lalama es un vino de carácter atlántico y estilo borgoñón. Procede de la Ribeira Sacra, un paisaje de bancales y laderas con pendientes de gran desnivel que cautivan al viajero e impregnan el carácter del vino: fresco, límpido y austero.
La calidad rezuma en Lalama por fuera y por dentro: un corcho de gran calidad, una etiqueta limpia, blanca, minimalista y elegante y una botella borgoñona. Su color picota no muy oscuro ni denso, de media capa, resulta de un trabajo sin grandes extracciones, un vino auténtico, con identidad.
Lalama es fruta roja muy fresca, esa fruta bañada por el rocío matinal, fruta silvestre: grosellas, frambuesas, cerezas rojas, y también fruta madura, con pinceladas de dulzor, un toque goloso sin empalagar. Su esencia es claramente frutal pero no le falta complejidad tampoco: un suave perfume de flores y notas vegetales, flores del campo, frutas blancas y amarillas, cítricos, un fondo de madera nueva, sin notas tostadas pero sí un toque de café, y una mineralidad evidente. Una nariz franca y noble.
En boca tiene una entrada acorde con esos aromas ya percibidos. Es goloso sin pesar, de paso ágil, con una fantástica acidez y mucho nervio, un vino con estructura, glicérico, redondo, con un toque lácteo, en el que persiste siempre la sensación de frescor, frescor atlántico, marino y unas deliciosas notas arcillosas que nos recuerdan algunos cerasuolos de Sicilia. Un tinto aromático en nariz y graso en boca; suave y pulido, agradable y con sólo 13% de alcohol, se deja beber fantásticamente.
Decántenlo una hora y disfruten de la Ribeira Sacra, que por alguna razón recibió este nombre.
