La historia de la variedad asprinio, una uva blanca autóctona de la región de Campania y, en particular, de la zona de Aversa, es realmente increíble. Cuando estaba ya casi desaparecida, fue la familia Numeroso, al frente de la bodega I Borboni, quien inició no solo su recuperación sino quien la defendió para la elaboración de grandes vinos, hasta el punto de conseguir para ellos algunos de los reconocimientos más prestigiosos, como las Quattro Viti de la Asociación Italiana de Sommeliers. Es un patrimonio a conservar, teniendo en cuenta su particular modo de cultivo, como si de una enredadera se tratara, trepando sobre árboles, tal y como se hacía en el pasado. Las cepas de asprinio son centenarias, prefiloxéricas y perviven vigorosamente en un entorno en el que no es precisamente fácil todavía elaborar vinos fáciles de vender o que destaquen por su calidad.
La bodega, situada en el centro histórico de Lusciano, cumple con todas las exigencias de la tradición local, empezando por la vinificación en cuevas, otro de los aspectos típicos del asprinio. El nombre de asprinio procede de 'áspero' y es cierto que esta variedad posee una carácter ácido por naturaleza, que la hace precisamente excepcional para la elaboración de vinos de guarda y como base para espumosos. Ahora bien, esta rigurosidad en los vinos de asprinio no se debe solo a la variedad sino también al terruño, arenoso y casi volcánico en su totalidad. Sin olvidar el modo como se cultiva esta uva, que deja una amplia distancia entre la raíz y el racimo, agarrado a los árboles que sustentan la planta y que la obligan a madurar parcialmente, dejando partes verdes que refuerzan su carácter vegetal. Estos vinos son tersos, verticales, punzantes. Con una carga territorial extraordinaria.
No debería sorprendernos, entonces, que la cosecha del Vite Martitata, el asprinio de entrada de la familia Numeroso, no se inicie hasta finales de septiembre o incluso hasta principios de octubre; o lo que es lo mismo, tardíamente. El resultado, un vino de bellísimo color amarillo pajizo con un espléndido reflejo verdoso que nos anticipa su carácter alegre y descarado. En nariz se abre con aire refinado pero penetrante, un perfume delicado de aromas cítricos, flores, grosellas, matorral mediterráneo y cáscara de naranja. Criado durante unos seis meses en acero inoxidable sobre sus propias lías, representa la quintaesencia de esta variedad. Al paladar, es de cuerpo medio, salino, fresco y equilibrado. No dejen de probarlo con mozzarella de búfala.