La familia Almondo aparece inscrita en los registros municipales de Montà desde el siglo XIV, lo que nos permite afirmar que la bodega ha existido en el corazón de Roero durante más de seiscientos años. Los Almondo han vivido siempre en la localidad de Vittori de Montà, el corazón de la que hoy es la gran zona de viñedos de arneis y epicentro de la vida rural en ese momento. Esta zona ha sido siempre excepcional para el cultivo de uvas blancas, como se ha visto documentado a lo largo de los siglos en los alrededores de Canale, pero también para los espárragos, las fresas y los melocotones. Como ocurre también con estos cultivos, la arneis de Montà sobresale por su perfume y su gran sabor.
Terminados los estudios de Ciencias Agrarias, en 1980, Domenico Almondo dio un impulso decisivo a la bodega apostando firmemente por la viticultura de calidad. Su propósito, insólito en aquella época, era crear vinos de arneis elegantes y con personalidad: vinos blancos contemporáneos pero al mismo tiempo complejos y seductores. Y esta sigue siendo hoy la base del estilo Almondo: vinos de perfume nítido, fragantes, bien definidos y, sobre todo, minerales.
Es en la zona norte de la localidad donde se concentra el cultivo de arneis: viñas históricas, cuyas edades están entre los 45 y los 60 años. La arneis está plantada sobre suelos arenosos ácidos a 390 metros sobre el nivel del mar, en un paisaje único en el panorama de Roero y por extensión del Piamonte meridional. El viento constante, la exposición, la altitud y la acidez del terreno son factores fundamentales para conseguir el estilo fresco, vibrante y sabroso de los arneis de Domenico Almondo.
Bricco delle Ciliegie es el arneis que dio fama a la familia Almondo y el que, de hecho, está considerado un referente absoluto para su tipología. Proviene del homónimo viñedo de Montà y de un conjunto de parcelas de viña adquiridas por distintos propietarios que se extienden sobre las colinas de la aldea de Vittori Alto. Hasta hace setenta años, la ladera se destinaba al cultivo de la vid y de cerezos, de aquí el nombre del bricco, aludiendo a la 'cima' de la colina, en dialecto piamontés. Todavía pueden encontrarse en el viñedo algunas de las cepas originales, flanqueadas por otras más jóvenes. El terreno, excepcionalmente arenoso (hasta el 80%) e intercalado por lenguas arcillosocalcáreas, la altitud media de 360 metros sobre el nivel del mar y la presencia constante de viento hace del Bricco delle Ciliegie el lugar ideal para la producción de arneis de primerísima calidad.
Los suelos que se encuentran en la cima de la ladera están compuestos por arenas gruesas y gravas que antiguamente ocupaban la franja litoral del mar. Bajando hacia el valle, este tipo de suelo se mezcla con las arenas de Asti, que constituyeron, alrededor de 3,5 millones de años atrás, el fondo de un mar poco profundo, rico en moluscos. A medida que se desciende por el valle, los suelos se vuelven ligeramente calcáreos y más estructurados. A menudo la distribución normal de arenas es interrumpida por lenguas arcillosas de un origen pedológico más antiguo, cuyos movimientos erosivos han distribuido aleatoriamente. Desde el punto de vista climático, se percibe una presencia constante de viento de norte a oeste durante la primavera y el verano, que, unido a la escasez de precipitaciones de la zona, influye en la técnica de cultivo y en la maduración de la uva. Estos aspectos garantizan la vendimia de unas uvas de arneis excepcionalmente ricas en ácidos y, a pesar de ello, con una excelente estructura.
Rico y profundo, el Bricco delle Ciliegie es todo lo que se puede esperar de un arneis. Criado solo en acero, salvo un 5% del mosto, que se cría durante unos pocos meses en barricas sin tostar. De un colo amarillo pajizo de un brillo espectacular, este arneis exhibe en nariz un buqué ortodoxo, ejemplar y elegante. Exhibe aromas de espino y fruta amarilla, también exótica, desde el melocotón a la papaya pasando por unas notas cítricas tersas y sutiles. También unas interesantes notas vegetales, de hierbas aromáticas a espárragos, de mirto hasta heno. Hidrocarburo, yeso y piedras son otras notas que muestran, confirmada por pequeñas especias, la evidente y directa mineralidad de este vino. En boca, sobre todo tras unos meses en botella, resulta cremoso y una pura caricia sobre la lengua, pero marcado por una acidez indomable, realzada por tanto, tanto sabor. Impactante, musculoso y persistente sin fin.
Sus maridajes son innumerables, pero es bueno probar un arneis de esta categoría con aquellos platos que puedan constituir todo un desafío: arroces con pescado, por ejemplo, pero también pimientos asados o algunos platos de la cocina regional como una bagna caoda (con ajos y anchoas) o el más conocido vitello tonnato.