Enrique Mendoza Pinot Noir

¿A qué sabe el pinot noir? ¿Qué pinot noir? debería ser la respuesta más lógica. La esquiva uva borgoñona no es sencilla de trabajar y no se adapta a cualquier terruño, pero cuando lo hace, su carácter muestra con nitidez el entorno en el que crece.

En la ladera del Cabezo de la Virgen de Villena, donde se encuentran las cepas con las que se elabora este pinot noir, se suele vendimiar durante la segunda quincena de septiembre. Como en cualquier otro viñedo de Enrique Mendoza se ha tenido siempre muy claro que los fundamentos para una buena uva son el control sobre el viñedo que sólo la propiedad garantiza y el exacto control del agua que hidrata las plantas. A tal fin, en los viñedos de la firma se aplica la más depurada técnica para conseguir una fruta lo más nítida y precisa posible, de modo que, llegado el mes de la vendimia, las uvas son el reflejo natural de un año de trabajo en el que el suelo y sus frutos son el epicentro de todo un ecosistema repleto de vida.

En copa, exhibe color rojo rubí y nariz de fresas, arándanos y flores como la violeta. En contacto con el paladar, su volumen se siente amplio, pero sin peso excesivo, al tiempo que finos recuerdos a brioche y polvo de piedra se dejan sentir en el trasfondo. Se muestra maduro, pero también fresco, ahumado y goloso; balsámico y encantador, gracias a una discreta pincelada de caramelo derivada de su crianza en roble francés. Su paso es elegante y sabroso, y dibuja un vino delicadamente tánico, de cuerpo medio y estilo claramente condicionado por la fruta.