Coromina

Coromina nace de una selección de viñas viejas que relatan la historia de una larga tradición, es el fruto de unas cepas inmóviles que resisten el viento y extraen la esencia de la tierra para trasladarla al vino. La viña de más de 70 años que le da nombre, está plantada en el pueblo de Garriguella y las vides de garnacha y cariñena hunden sus raíces en sus suelos de grava y pizarra.

Para su elaboración se vendimia la uva a mano, con sumo cuidado, siempre en el momento óptimo de madurez. Después, mosto y pieles fermentan y maceran durante 30 días a temperatura controlada antes de iniciar su crianza de 12 meses en roble francés. Finalmente, el reposo en botella le confiere el equilibrio perfecto que ha llevado al Coromina a conquistar relevantes premios internacionales.

Pese a ser la cariñena la uva predominante en el corte, es el carácter de la garnacha el que asume la mayor parte del protagonismo. El vino es jugoso y desprende seductores aromas de piel de naranja, regaliz y fruta negra madura (cerezas y moras). Mima las mejillas con amabilidad, basando su encanto en la elegancia, no en la contundencia; es redondo y afable y se puede combinar con infinidad de platos de nuestra cocina mediterránea.

El buen uso de la madera de crianza es clave en este gran vino. Su importancia tanto a nivel aromático como táctil resulta evidente, pero no usurpa el trono de la fruta. Encontramos cacao y vainilla, clavo y tonos torrefactos, pero siempre perfectamente engarzados con la fruta negra licorosa que se esconde tras su brillante color cereza. En boca muestra unos taninos redondos y bien estructurados que dejan paso a un largo final.