Vinos únicos, con personalidad, carácter y una marcada territorialidad. Estas son las premisas con las que trabaja la bodega de Nino Barraco, una de las que más y mejor ha invertido en la producción ecológica de sus vinos. Con origen en Marsala, los de Nino Barraco son unos de los vinos imprescindibles de Sicilia, fruto de un trabajo plenamente artesanal dirigido por Nino en todas y cada una de sus fases, desde la vendimia hasta su crianza.
La conducción biológica del viñedo, la fermentación espontánea, sin levaduras añadidas y sin control de la temperatura, sin ningún tipo de filtrado y suprimiendo casi en su totalidad el uso de sulfurosos, son los aspectos clave que han dado a los vinos de Nino Barraco un carácter fuertemente ligado al territorio y a la naturaleza.
Los clásicos suelos del occidente siciliano, ricos en arena, arcilla y hierro, regalan a los vinos de Nino Barraco una verdadera armonía de característicos aromas: cítricos, especias, hierbas aromáticas, almendras, salvia, miel... Junto a ellos, una mineralidad nítida y vertical y un larguísimo final amargante, de perfil mediterráneo y recuerdos marinos.
El Grillo de Nino Barraco nace de un viñedo con especial encanto que crece en un terruño de tierra roja cubierta con una fina capa de arena dorada. La vendimia se realiza de forma manual cuando las uvas están perfectamente maduradas y a ella le siguen unos días de maceración y un pisado tradicional que constata la artesanía del proceso. La fermentación tiene lugar con levaduras indígenas y, en contacto con sus lías, el vino se cría durante algunos meses adquiriendo la complejidad, el vigor y la capacidad de envejecer con los años.
Barraco, que se hace fotografiar descalzo en un viñedo que parece una playa, define la variedad grillo precisamente como "el rey en la arena". De hecho, el viñedo, en tierras de Castelvetrano, está formado por una duna de arena con sustrato arcilloso. Las cepas fueron plantadas en vaso en 1975, de manera que cuentan hoy con medio siglo de edad. La altitud, solo 10 metros sobre el nivel del mar, hacen evidente la proximidad a esta infinita fuente de yodo y sales que es el Mediterráneo.
En copa ofrece un agradable y profundo color amarillo con destellos dorados. En nariz destaca la complejidad de sus notas frutales (melocotón, albaricoque y frutas tropicales), y otras como las de azafrán, cítricos y almendras. Añade también algunos toques de hidrocarburos y de salobre que acentúan su espíritu marino. En boca es completo y fresco, equilibrado y con un largo final que evoca de nuevo los aromas advertidos en nariz. Un vino que, sin duda, encuentra su máxima expresión acompañando los primeros y sencillos platos de la gastronomía siciliana.