Anahí Blanco

Con las uvas de malvasía, tempranillo blanco y sauvignon blanc, de cepas plantadas entre los 400 y los 650 metros de altitud, se elabora este Anahí Blanco, un vino semidulce que quiere ser un homenaje a la madre del elaborador, gran amante de este estilo de vinos. Javier San Pedro, enólogo hijo de Laguardia y miembro de la quinta generación de una familia de viticultores, recuerda como vinos parecidos a éste estuvieron siempre en la mesa de su casa y como el primer sorbo que dio a un vino fue a un blanco semidulce. Quizás por los recuerdos que estos vinos entrañan, como las horas que Javier pasó con su abuelo limpiando la bodega familiar, la elaboración del Anahí Blanco es tan cuidada, como demuestra la vinificación de cada variedad por separado para respetar la esencia de cada parcela y de cada varietal, y el breve reposo en botella antes de lanzar el vino al mercado.

El mosto de los granos de tempranillo y malvasía despalillados fermenta hasta consumir todos los azúcares, mientras que la fermentación del depósito de sauvignon blanc se detiene para añadir el toque dulce al coupage final. El resultado es un vino con un fantástico equilibrio entre acidez y dulzor, muy fácil de beber y de comprender y con un amplio abanico de opciones de maridaje. Su color es amarillo con reflejos verdosos, con aromas tropicales (piña) y de melocotones maduros. En boca es suficientemente fresco pese a sus toques almibarados y relativamente complejo pese a su juventud, no en vano su elaborador hizo su primer vino a los 17 años y aprendió tanto de su propia familia como de grandes amantes del vino blanco entre los que se cuentan Rafael Palacios.

Anahí blanco es, sin duda, un vino para tomar fresco, especialmente en verano. Gustará incluso a los neófitos en materia vínica gracias a sus delicados aromas y a su contenida graduación.