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Vino de Sicilia

Todos los pueblos que han pasado por la antigua Sicilia han cultivado aquí la viña con éxito. Los griegos, por supuesto, pero también los élimos, los sículos, los sicanos y, obviamente, los fenicios. En Sicilia han nacido algunos de los vinos más antiguos del mundo, del género passito o, en todo caso, dulces, como ocurre en la zona de Siracusa. Aquí los árabes han hecho renacer la cultura de la uva pasa, enlazando culturas de un modo mágico. Y aquí han nacido también los mejores vinos licorosos de Italia, los vinos de Marsala. Durante treinta años, Sicilia se ha erigido como una de las regiones del sur del país mejor preparadas para responder a los desafíos de la viticultura moderna y adaptarse a los nuevos tiempos. Dominada por un clima mediterráneo seco y localmente árido, excepto en algunos puntos del interior, Sicilia se caracteriza por tener suelos volcánicos en la parte oriental y en todas las islas menores, suelos arcillocalcáreos en el centro y en la parte norte, y suelos ricos en hierro y arcilla en el lado oeste.

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Sicilia

Todos los pueblos que han pasado por la antigua Sicilia han cultivado aquí la viña con éxito. Los griegos, por supuesto, pero también los élimos, los sículos, los sicanos y, obviamente, los fenicios. En Sicilia han nacido algunos de los vinos más antiguos del mundo, del género passito o, en todo caso, dulces, como ocurre en la zona de Siracusa. Aquí los árabes han hecho renacer la cultura de la uva pasa, enlazando culturas de un modo mágico. Y aquí han nacido también los mejores vinos licorosos de Italia, los vinos de Marsala. Durante treinta años, Sicilia se ha erigido como una de las regiones del sur del país mejor preparadas para responder a los desafíos de la viticultura moderna y adaptarse a los nuevos tiempos. Dominada por un clima mediterráneo seco y localmente árido, excepto en algunos puntos del interior, Sicilia se caracteriza por tener suelos volcánicos en la parte oriental y en todas las islas menores, suelos arcillocalcáreos en el centro y en la parte norte, y suelos ricos en hierro y arcilla en el lado oeste.

La variedad tinta más representativa de la isla es, sin duda, la nero d'Avola. Tánica, con buena acidez y una estructura media, la nero d'Avola da vinos frutosos con claras notas de cereza, especialmente cuando son jóvenes. Está presente por toda la isla excepto en la zona del Etna: es la uva típica de las zonas de Noto y de Avola, donde adquiere más sabor y un carácter especiado que debe a la caliza de los suelos, se expresa con mayor opulencia en la parte occidental, en la zona de Butera, sobre suelos de margas, y es más crujiente y mineral en la provincia de Trapani. Este mismo carácter se aprecia también en los vinos elaborados con variedades internacionales, una apuesta que en Sicilia está teniendo mucho éxito en los últimos años, sobre todo como monovarietales, de cabernet sauvignon y syrah en particular. Otra uva tinta que puede considerarse típica de la isla es la pignatello o perricone, de carácter frutal y muy fácil de beber.

Los blancos representan alrededor del 75% de la producción de la isla y ocupan una superficie de viñedo más que respetable. La variedad blanca más representativa es la catarratto, una uva que da vinos con una aromática muy equilibrada, sabrosos y con buena estructura. Con una nariz más marcada son los vinos a base de inzolia, la ansolica toscana, con notas balsámicas, de resina, yodo, cítricas y tropicales, mientras que la variedad grillo es más concentrada, con más sabor y salinidad, ideal también para la producción de vinos de Marsala. Entre los aromáticos, destacan obviamente los vinos a base de moscato de Alejandría, conocido aquí como zibibbo, ideal para la vinificación en seco e inolvidable como passito de Pantelleria. En cuanto a las variedades internacionales, la chardonnay es de las uvas que mejor resultados ofrece en Sicilia, generalmente apta para soportar una cierta crianza.

Sicilia conserva todavía algunos antiguos sistemas de plantación, como la formación en vaso, históricos métodos de vinificación y crianza, y su territorio está dividido en pequeñas denominaciones, algunas de poca relevancia. En la provincia de Trapani, donde se concentra la mitad del viñedo de la región, los suelos son rojizos, por la abundancia de hierro, y minerales, y albergan las DOC Delia Nivolelli (con unos memorables vinos de crianza a base de syrah), Erice, Alcamo (reino de unos excelentes blancos monovarietales de catarratto) y, por supuesto, Marsala.

Los vinos de Marsala se pueden producir en casi toda la provincia de Trapani, si bien las mejores bodegas y con mayor historia se encuentran en la ciudad que da nombre a la denominación. 

En la Sicilia occidental hay otras denominaciones importantes. La DOC Monreale se extiende a lo largo de las colinas del interior de la provincia de Palermo, hasta los pies de los maravillosos mosaicos de su catedral, y ofrece unos elegantes y perfumados vinos de inzolia, de frescor discreto. La DOC más significativa del valle del Belice es Contessa Entellina, fronteriza con la provincia de Agrigento, conocida por sus tintos de corte moderno, mezclas de nero d'Avola y uvas internacionales como la cabernet sauvignon. De excelente calidad, con un fondo salino que adquieren del mar y la mineralidad que les imprimen los suelos, son los blancos con DOC Menfi, algunos a base de inzolia, otros a base de chardonnay e incluso algunas magníficas interpretaciones de fiano.

En la parte oriental de la isla, las denominaciones son más limitadas pero a su vez más representativas. Aquí el panorama ampelográfico cambia radicalmente. La zona más noble es sin duda la vinculada al Etna: arenas volcánicas, antiguos sistemas de conducción y rocas escarpadas ofrecen una de las viticulturas más heroicas del mundo, con terrazas empinadas y viñedos plantados sobre todo en vaso, de pie franco todavía dado que en esta zona la filoxera tuvo poca incidencia. Cepas centenarias y viñedos, míticos paisajes algunos, como San Lorenzo, Barbagalli o Barbabecchi, que ofrecen, desde altitudes superiores a los mil metros, algunos de los tintos más sutiles, tersos y elegantes del mundo. El mérito se debe a una variedad, la nerello mascalese, una uva que sobresale por un tanino delicado, una estructura amable, elegante y compleja en nariz, y con una longevidad excepcional. No es excepcional verla vinificada en mezclas con pequeños aportes de nerello cappuccio, una uva con más color y un carácter especiado, más suave pero que da vinos menos longevos, sobre todo en crianzas en madera ―más o menos extraordinarios en función del estilo del productor― o vinificada también en rosado, con resultados espléndidos que sorprenden por su rigor, finura y complejidad. Los grandes contrastes térmicos de la zona confieren elegancia tanto a los tintos, que prevalecen en la ladera norte del volcán, como a los blancos, que se concentran sobre todo en la ladera meridional. Este es el reino de la carricante, un concentrado de mineralidad y sabor que se traduce en notas de pedernal e intensa acidez en copa.

Las mismas uvas tintas del Etna son las protagonistas de las excelentes denominaciones DOC de la provincia de Messina: Faro, donde los vinos a base de nerello adquieren una interesante estructura y un moderado potencial de envejecimiento, con taninos suaves y aterciopelados, y Mamertino, una de las regiones vinícolas más antiguas del mundo, donde es habitual mezclar nerello con nocera, una uva autóctona de la zona de Milazzo que da unos tintos algo rústicos pero muy agradables de beber. Los tintos de nerello son también representativos de las islas Eolias, volcánicas, si bien entre Salina y Lipari sobresale la típica malvasía local, vinificada tanto en seco, con una intensa mineralidad que contrasta con la sutileza de sus aromas, como en versión desecada, passita, acogida a la DOC Malvasia delle Lipari, caracterizada por notas de orejones, delicadamente salina, agradablemente fragante y especiada, con notas sulfurosas. Los tintos autóctonos son a base de corinto nero: una uva a conocer por su frutosidad, tan bella como seductora, y unos vinos perfectos incluso para el aperitivo.

La provincia de Siracusa es la cuna de la nero d'Avola pero se conoce sobre todo por sus vinos dulces de uvas pasificadas de moscato blanco: las denominaciones de Moscato di Noto y Moscato de Siracusa acogen unos fascinantes vinos con sabor a tradición y fragancia vegetal y balsámica. Es también tierra del frappato, otra de las variedades que la definen, sobre todo en la zona de Vittoria: una uva tinta que exhibe una deliciosa fragancia de frutas y minerales junto con una estructura elegante y delicada. La frappato suele vinificarse como monovarietal pero también mezclada con nero d'Avola: en este caso, dando vida a la que es la única DOCG de la isla, la Cerasuolo di Vittoria.

La DOC Pantelleria, que se extiende por la isla volcánica a lo largo de la costa de la provincia de Agrigento, merece ser tratada a parte. Aquí, sobre unos suelos surcados por vientos y cráteres, o en empinadas terrazas abocadas sobre el mar, se cultiva zibibbo en viejas cepas plantadas en vaso, muchas de ellas de pie franco. La zibibbo es una variedad de moscato ligeramente aromática que se vinifica como blanco seco, con una mineralidad de yodo muy acentuada, y también como blanco dulce, ya sea de cosecha tardía o con uvas desecadas, vinos acogidos en este caso a la denominación de Passito di Pantelleria, Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. A merced de vientos y de los rayos del sol, los racimos se desecan durante un periodo que varía en función de cada productor. Según una antigua técnica, algunos vinifican sus vinos passito utilizando un poco de vino de uva fresca para garantizar la justa acidez del producto. Tras la crianza, que puede tener lugar en acero o en madera y alargarse durante diez años incluso, resultan unos vinos, moderadamente oxidados a veces y decididamente salinos, que se caracterizan por una típica nota de orejones y una gran concentración de aromas y sabores, huellas indiscutibles de uno de los buques insignia del vino italiano.

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