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Vino de Piamonte

El Piamonte reúne más de 15.000 bodegas y más de 40.000 hectáreas de viñedo, casi todas en zonas montañosas, con una exposición óptima y destinadas todas ellas a la producción de vinos con denominación: una clara demostración de la superioridad alcanzada por esta región en el panorama enológico italiano. Si bien es cierto que la historia del vino piamontés arranca en el mundo grecolatino, es en la Edad Media y durante el Renacimiento cuando los vinos de nebbiolo y de moscato se reconocen realmente como productos de una categoría superior. Y es sobre todo después de la Unificación de Italia (1861), y gracias a personalidades políticas y a ingenieros agrónomos con visión de futuro (desde el conde de Cavour a Quintino Sella, pasando por Giulio Einaudi), que el Piamonte del vino se convierte en la cuna de una experimentación cualitativa única, capaz de focalizar en torno a denominaciones del más alto nivel una producción destinada al éxito internacional.

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Piamonte

El Piamonte reúne más de 15.000 bodegas y más de 40.000 hectáreas de viñedo, casi todas en zonas montañosas, con una exposición óptima y destinadas todas ellas a la producción de vinos con denominación: una clara demostración de la superioridad alcanzada por esta región en el panorama enológico italiano. Si bien es cierto que la historia del vino piamontés arranca en el mundo grecolatino, es en la Edad Media y durante el Renacimiento cuando los vinos de nebbiolo y de moscato se reconocen realmente como productos de una categoría superior. Y es sobre todo después de la Unificación de Italia (1861), y gracias a personalidades políticas y a ingenieros agrónomos con visión de futuro (desde el conde de Cavour a Quintino Sella, pasando por Giulio Einaudi), que el Piamonte del vino se convierte en la cuna de una experimentación cualitativa única, capaz de focalizar en torno a denominaciones del más alto nivel una producción destinada al éxito internacional.

El Piamonte es un región de tintos, en la que la variedad reina es la majestuosa nebbiolo. Una variedad noble por excelencia que ofrece vinos muy longevos, con un carácter tánico nunca falto de elegancia e increíbles sensaciones de fruta en mermelada o en licor, aromas de rosas y de alquitrán. La grandeza de esta uva cubre principalmente las míticas denominaciones de las Langhe: desde Barolo (con un mínimo de 38 meses de crianza, 18 de los cuales en madera: grandes toneles los más tradicionalistas, barricas para los más innovadores) a Barbaresco, de Langhe a Alba, donde las brumosas colinas, patrimonio de la humanidad, confieren a las a menudo pequeñas bodegas unos suelos magníficamente antiguos, de margas, arcillas, caliza y gravas. Aunque también se extiende por numerosas denominaciones del norte de la región (Boca, Bramaterra, Ghemme, Gattinara, Fara, Lessona, Carema), donde una nebbiolo más ancestral recibe de los suelos más rocosos y duros y de un clima más rígido una tensión todavía más distinguida, más fina y sutil que potente.

Junto a la nebbiolo, completan la tríada piamontesa de uvas tintas las variedades barbera y dolcetto. La barbera es de tacto amable y envolvente; la encontramos en versión espumosa en la región de Asti y ofreciendo unos vinos de calidad extraordinaria desde Langhe a Monferrato, pasando por Tortona, sobre todo de la categoría Superiore, vinos capaces de resistir largas crianzas en madera y de desafiar el paso del tiempo durante décadas y décadas. La uva dolcetto es afrutada y permite vinos más fáciles de beber, llegando a adoptar incluso una expresión particular en algunas zonas: como la especial elegancia y sutilidad que adquiere en Dogliani, ofreciendo unos vinos con una amplitud sorprendente, la agilidad con la que nos sorprende en Diano d'Alba, esa mayor estructura obtenida en Alba o la opulencia que presenta en Ovada. ¿Más variedades? La freisa, una uva ágil y vinosa; la grignolino, también versátil y convertida hoy, especialmente en Monferrato, en una uva muy apreciada para la elaboración de vinos de larga crianza; la ruché, variedad reina en Castagnole Monferrato, muy intensa y especiada; y dos más: la croatina y la bonarda, a menudo empleadas para atenuar el nervio de la nebbiolo del norte.

¿Uvas blancas? En Tortona destaca la histórica timorasso, de una mineralidad impresionante, capaz de envejecer tanto en madera como en botella durante años y años. Un poco más al oeste, en Gavi, la variedad cortese ofrece en cambio blancos jóvenes, frescos y florales, para beber enseguida, no por ello faltos de mérito. En Roero, al norte del río Tanaro y de la localidad de Alba (una tierra donde la variedad nebbiolo ofrece vinos de un carácter más jovial y menos opulento que en Langa) la variedad reina es la uva arneis, con la que se elaboran blancos para beber en su juventud o tras cierta evolución, vinos que seducen por su crujiente fruta y ese toque de exotismo, también por una mineralidad tersa a la vez que elegante.

Para la elaboración de espumosos, la región se centra en las altas colinas de las Langhe, un terruño muy mineral capaz de acoger uvas tan interesantes como la riesling, la chardonnay o la pinot noir. De hecho, la Alta Langa ocupa la cuarta posición en el ranking de espumosos italianos elaborados según el método clásico; es aquí donde las dos uvas reinas de las burbujas, normalmente mezcladas y a menudo en productos de añada, premian a sus admiradores con vinos de una gran profundidad, amplitud y verticalidad.

De todos modos, el espumoso piamontés más apreciado en el mundo, comparable a la reputación del prosecco, es sin duda el moscato d'Asti, un vino con un dulzor, una finura, una mineralidad y un carácter vegetal excepcionales, que destaca por su propia singularidad, un vino ligeramente espumoso, a veces passito (elaborado con uvas pasificadas, sobre todo en Strevi y en Loazzolo), muy fresco, con nervio y un característico fondo almendrado. También podemos encontrar en el sur de la región vinos dulces tintos, como los elaborados con uva brachetto, ágiles y vinosos, muy seductores, o los de malvasía acogidos a las denominaciones de Casorzo o Malvasia di Castelnuovo Don Bosco, con algo más de estructura pero igualmente cargados de sabores de fresa y cereza. Y, adentrándonos hacia la región del Canavese, la perla de Caluso: la uva erbaluce, una variedad capaz de ofrecer maravillosos vinos secos, con nervio, sabrosos, minerales, de fondo almendrado, increíblemente longevos y, sobre todo, un passito que, envejecido en madera durante al menos tres años, regala sensaciones de fruta caramelizada, especias, y es capaz de evolucionar durante más de treinta años.

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