Vino de Languedoc-Rosellón
El Languedoc-Rosellón o Lenguadoc-Rosellón es una región del sur de Francia que se extiende desde Colliure, en la frontera con España, hasta Nimes, cerca del límite meridional de la región del Rhône. Es la mayor productora de vino de Francia, con unas 300.000 hectáreas de viñedo, y es famosa por elaborar vinos que valen más de lo que cuestan.
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Languedoc-Rosellón
El Languedoc-Rosellón o Lenguadoc-Rosellón es una región del sur de Francia que se extiende desde Colliure, en la frontera con España, hasta Nimes, cerca del límite meridional de la región del Rhône. Es la mayor productora de vino de Francia, con unas 300.000 hectáreas de viñedo, y es famosa por elaborar vinos que valen más de lo que cuestan.
Ya los romanos apreciaron el clima y la gran variedad de suelos de la región, ambos perfectos para el cultivo de la vid, y su buena comunicación fluvial y marítima la convirtieron en un importante enclave para la comercialización de vinos hasta épocas recientes. Lamentablemente, durante la década de los 70, la zona adquirió mala reputación debido a la abundancia de su producción, centrada por aquel entonces más en la cantidad que en la calidad. En los últimos años, la situación ha revertido progresivamente, reduciendo rendimientos y elaborando vinos de mayor expresión y carácter. Hoy, denominaciones como Faugères o Corbières ganan prestigio a pasos agigantados entre los paladares más refinados del mundo, aunque una buena parte de los grandes vinos de la región se siguen comercializando como simples vinos de mesa.
La paleta varietal en Languedoc-Roussillon es casi infinita: garnacha, cariñena, cinsault, syrah, monastrell, merlot, cabernet sauvignon... para los vinos tintos; garnacha blanca, piquepoul, viognier, chardonnay, sauvignon blanc, moscatel y un largo etcétera para los vinos blancos. Los vinos de corte son los más habituales, procedentes en algunos casos de viñedos viejos y de plantaciones donde coexisten las distintas variedades. En cuanto al estilo de los vinos, esta mágica porción de tierra nos ofrece absolutamente de todo: tintos corpóreos y plenos de fruta, blancos frescos y ligeros o cremosos con crianza en madera; rosados, históricos espumosos como el Blanquette de Limoux y maravillosos vinos dulces como el Maury o el Banyuls.