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Vino de Bullas

La ciudad de Bullas, que da nombre a la denominación, ha existido desde la época romana y, tras la reconquista, prosperó junto a los pueblos vecinos, gracias a la agricultura y a la elaboración de vinos. No obstante, no sería hasta finales de la década de 1980, cuando las bodegas comenzarían a abandonar la producción de vino a granel para invertir en tecnología y empezar a elaborar vinos de calidad. La Denominación de Origen fue concedida en 1994.

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Bullas

La ciudad de Bullas, que da nombre a la denominación, ha existido desde la época romana y, tras la reconquista, prosperó junto a los pueblos vecinos, gracias a la agricultura y a la elaboración de vinos. No obstante, no sería hasta finales de la década de 1980, cuando las bodegas comenzarían a abandonar la producción de vino a granel para invertir en tecnología y empezar a elaborar vinos de calidad. La Denominación de Origen fue concedida en 1994.

La denominación se sitúa entre los 400 y los 810 metros sobre el nivel del mar y, debido a su ubicación entre el Mediterráneo y las sierras del interior de Andalucía, posee veranos muy calurosos, a pesar de que el clima es generalmente más frío que en otras denominaciones murcianas. Repentinos vientos helados procedentes de la sierra pueden traer heladas entre los meses de octubre y abril, y lluvias torrenciales y tormentas no son extrañas en septiembre y octubre.

El terreno es de tipografía accidentada con altitud ascendente de sur a norte. Esta tipografía origina pequeños valles con microclimas propios. Los suelos sobre las laderas son marrones y tan duros que necesitan ser abiertos mecánicamente antes de que las vides puedan ser plantadas. Están constituidos por tierras pardo-calizas de bajo contenido en materia orgánica, buen drenaje y elevado nivel de caliza, así como de suelos aluviales.

En lo que respecta a las variedades de uva, la DO admite hasta 12, entre ellas la macabeo, la garnacha o la syrah, pero, sin duda, la estrella que más brilla en la región es la monastrell; según el reglamento de la denominación, todos los vinos tintos y rosados deben contener al menos un 60 % de esta variedad. Con ella se obtienen vinos de alto grado alcohólico, no muy ácidos, agradablemente tánicos, de color intenso y muy aromáticos, con buenas aptitudes para el envejecimiento.