Vino de Bierzo
Introducido por los romanos y extendido por los monasterios medievales del orden del Cister, el cultivo de la vid y la producción de vino en la zona de El Bierzo ha experimentado en los últimos años una revolución vinícola que ha situado su producción en el mapa mundial de grandes vinos.
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Bierzo
Introducido por los romanos y extendido por los monasterios medievales del orden del Cister, el cultivo de la vid y la producción de vino en la zona de El Bierzo ha experimentado en los últimos años una revolución vinícola que ha situado su producción en el mapa mundial de grandes vinos.
El principal factor de tal éxito se debe a la variedad autóctona de la región, la mencía, una uva tinta que ofrece vinos estructurados, carnosos, sedosos y elegantes, características que han cautivado los paladares más exigentes y ayudan a mirar al futuro con optimismo.
Otro factor importante es su situación geográfica. Situada en el noroeste de Castilla y León y fronterizo con Galicia, El Bierzo goza de un microclima especial. El abrigo de los Montes de León y la Cordillera Cantábrica protegen la zona de los vientos húmedos del Atlántico, y la escasez de lluvias típica de Castilla ayuda a la óptima madurez de sus uvas.
El vino ocupa, desde hace diez siglos, un lugar muy destacado en la economía de la región. Los monasterios y conventos nacidos entorno al Camino de Santiago necesitaban uvas con las que cubrir sus necesidades eucarísticas y alimenticias. Durante siglos los vinos de El Bierzo viajaron a las vecinas Galicia y Asturias, en las que adquirieron cierto renombre, hasta que la filoxera, llegada a finales del siglo XIX, arrasó con buena parte del viñedo, conllevando el inicio de una fuerte crisis económica e incluso la emigración de muchos lugareños en busca de trabajo. Progresivamente, la producción empezó a restablecerse a mediados del siglo XX, gracias a los injertos realizados con pies americanos y el vino recuperó la relevancia de antaño. En los años 60 fue fundamental el empuje del movimiento cooperativista que es, todavía hoy, muy importante en la región.
Además de por sus viñedos, El Bierzo es también reconocido por sus bellos paisajes, valles, ríos y montañas decoran una infinidad de preciosos caminos otrora transitados por monjes. Las cuevas, la tierra rojiza, los castaños y el agua son elementos clave en los espacios naturales de El Bierzo. El arte es otro de los patrimonios importantes de la región, periodos artísticos como el románico, el gótico o el mozárabe tienen sus manifestaciones diseminadas por todo el territorio. Y, por si todo esto fuese poco, El Bierzo es además gastronomía. El más famoso de sus productos es el botillo, un embutido de cerdo excepcional, seguido por sus maravillosas frutas blancas (manzanas y peras), castañas y pimientos.
Si ya con el apetito saciado uno opta por visitar los viñedos bercianos, encontrará parcelas pequeñas, a menudo en pendiente, a alturas que van, mayoritariamente, desde los 450 hasta los 800 metros. Los suelos son de textura franco-limosa, con elementos gruesos como cuarcitas y pizarras en los terrenos de montaña, donde los suelos son poco profundos y los subsuelos ricos en minerales; en cambio, en los valles la fertilidad es mucho mayor por los sedimentos venidos de las laderas. Terrazas de poca inclinación próximas a los ríos se mezclan con viñedos de pendientes pronunciadas a altitudes superiores a los 1.000 metros y con inclinaciones de hasta el 45%. En estas últimas circunstancias los trabajos de mecanización son del todo imposibles y los rendimientos paupérrimos; del esfuerzo de los héroes que se atreven a trabajar en dichas circunstancias surgió la inspiración para acuñar el término viticultura heroica.
Clima
El clima es muy particular, pues la Sierra de los Ancares frena las borrascas atlánticas, generando un clima continental de influencia oceánica. Las temperaturas suelen mantenerse en límites templados, con mínimas de 3,6ºC y máximas de 23,6ºC. Las precipitaciones rondan los 700 milímetros anuales y las horas de sol superan las 2.000. Los microclimas son diversos en El Bierzo, pues las cuencas fluviales se alternan con imponentes zonas montañosas, hecho que explica que las temperaturas límites o los niveles de temperatura puedan diferir de manera importante de la media en algunos rincones de la región. De modo general, podemos hablar de un clima que combina la humedad gallega con algo de la sequedad castellana, lo que suele derivar en una perfecta maduración de la fruta, excepto en aquellas zonas donde la humedad se impone, con el consiguiente riesgo de enfermedades fúngicas. La fuerte insolación y la baja incidencia de las heladas hacen que la maduración pueda adelantarse incluso un mes respecto a otras denominaciones de la misma comunidad autónoma.
El cultivo en vaso sigue predominando en la zona, especialmente en los bancales de montaña donde la uva mencía es capaz de expresarse con mayor complejidad. Estas construcciones escalonadas permiten que el agua no corra ladera abajo arrastando con ella buena parte de sedimentos y dejando a las cepas desprovistas de agua y nutrientes. No obstante, cabe resaltar que la mayoría de estos imponentes viñedos son viejos y de dimensiones pequeñas, por lo que las propiedades de muchas bodegas se dividen en multitud de diminutas fincas, separadas frecuentemente las unas de las otras. Este minifundismo que, a priori, parece conllevar únicamente inconvenientes es una de las razones que explica que a El Bierzo no hayan llegado grandes inversores foráneos con ansías de hacerse con grandes fincas de viñedo. Las gentes que hoy trabajan estas cepas y viven de ellas son auténticos enamorados de su tierra que, por supuesto buscan el sustento con su trabajo, pero que lo hacen desde el respeto al paisaje y a las tradiciones.
Uvas
En lo que respecta a las uvas, la reina indiscutible en El Bierzo es la uva mencía (75% de la producción), pero se cultivan otras variedades capaces de ofrecer altos niveles de calidad, como por ejemplo la garnacha tintorera, la godello, la doña blanca o la palomino. Otras uvas como la estaladiña o la sousón, originales del Bierzo y Galicia, están iniciando un proceso de recuperación. La mencía es una uva medianamente productiva que brota y madura temprano. Sus racimos con pequeño-medianos, sus bayas azuladas y es capaz de producir tanto excelentes vinos tintos como vinos rosados de distintos estilos. Durante años se la consideró emparentada con la cabernet franc, pero algunos estudios de ADN han descartado tal afirmación. La garnacha tintorera, conocida también como alicante bouschet, pese a ser una variedad ancestral en la zona es, hoy día, minoritaria (2-5%), pero ofrece vinos de colores y atributos únicos, gracias a su pulpa coloreada, a su gruesa piel y a su alta graduación; suele emplearse en combinación con otras variedades tanto en vinos tintos como en rosados, aunque algunos monovarietales están resultando verdaderamente sorprendentes. La blanca godello (4%), por cuya recuperación se está apostando con fuerza recientemente y que lleva años demostrando todo su potencial en la vecina DO Valdeorras, produce racimos pequeños y compactos, de color verde amarillo. Sus vinos son aromáticos, recordando a la manzana y se adaptan muy bien a fermentaciones y crianzas en barrica. La doña blanca (2,4%), también conocida como valenciana, es algo más productiva y de brotación media-tardía, mientras que la palomino (17%) o listán es capaz de producir aún más kilos. El cultivo de la malvasía, uva dulce y aromática es, prácticamente, anecdótico.
Vinos
Todos los colores del vino están representados en el Bierzo, blanco, rosado y, muy especialmente, tinto. Los blancos se elaboran a base de uvas godello y doña blanca, con pequeñas aportaciones de palomino y malvasía. Los rosados cuentan siempre con un 50% de mencía y complementan el corte con uvas tintas o blancas. En cuanto a los tintos, cabe destacar que se elaboran tanto jóvenes como crianza, reserva y gran reserva. Los jóvenes son vinos de primer o segundo año con un 70% de mencía y tienen muchísimo color, un tacto muy suave y una buena carga de fruta que los hace especialmente sabrosos. Los de crianza reciben una crianza mínima de dos años, de los cuales, un mínimo de 6 meses debe trascurrir en barrica. Cuando la crianza se extiende hasta los tres años y el tiempo en barrica hasta los doce meses el vino se considera reserva, si se trata de tinto; blancos y rosados permanecen 6 meses en barrica y 18 en botella. Finalmente, la categoría de gran reserva, exclusiva para los vinos tintos, está reservada para aquellos con un mínimo de 5 años (mínimo 18 meses en barrica).
La calidad de los vinos del Bierzo no deja de crecer gracias al enorme trabajo desarrollado por enólogos como Raúl Perez (Castro Ventosa, La Vizcaína de Vinos), Ricardo Pérez Palacios, Descendientes de J. Palacios (sobrino de Álvaro Palacios) o Alejandro Luna de Bodegas Luna Beberide. Ellos han apostado por reducir rendimientos en favor de la calidad, buscando viñedos viejos, a cierta altitud y en suelos poco productivos, pero de gran carácter, como los de pizarra. En bodega, los trabajos con temperatura y el uso de maderas de primerísima calidad han ayudado a que la fruta refleje el entorno que la ve nacer, proyectando así la imagen de las preciosas tierras bercianas a través de sus vinos.
Hoy, los vinos de El Bierzo son jugosos y expresivos, minerales y frescos, seductores desde un tacto aterciopelado y un aroma de gran intensidad frutal. La crítica internacional se está rindiendo a sus pies, tal y como demuestra el importante incremento en las exportaciones, que suponen ya un tercio del vino berciano.
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