Recaredo Turó d'en Mota

Si hablar de Recaredo es hablar de la cúspide de la calidad de los espumosos catalanes, hablar de Turó d'en Mota es situarnos en el punto más extremo de dicho vértice. En una época en que la DO Cava se ha visto inmersa en profundos debates y cambios, algunas bodegas han optado por centrar todos sus esfuerzos en elaborar productos difícilmente imaginables unos años atrás, cavas de muy larga crianza que se sitúan de pleno derecho entre los más excelsos espumosos del mundo. Turó d'en Mota es probablemente el mejor ejemplo de esta revolución, estamos ante un cava con unos niveles de elegancia que se creían sólo reservados a los vinos de Champagne, pero que al mismo tiempo refleja toda la magia del mediterráneo.

Las uvas de xarel·lo de la pequeña viña (0,97 ha) plantada en 1940 en la cara norte de la colina que da nombre al vino, se mezclaban con uvas de otras fincas en el cupaje de los mejores cavas de Recaredo, hasta que en 1999 se decidió que esta viña merecía un vino monovarietal y de añada. En el Turó d'en Mota, las vides conducidas con tutores individuales, emulando al Priorat, enraizan sobre suelos muy calcáreos y pobres en materia orgánica. Las cepas sufren para extraer la esencia de estas tierras del Penedés, quizás por eso el resultado sea tan emocionante. Mientras las uvas acumulan azúcares, en Recaredo observan, limitando la intervención al mínimo, aferrándose a la máxima de la casa que reza "la sencillez es elegancia".

Después de una primera fermentación y posterior crianza de 2 semanas en barricas, el vino reposa durante 120 meses (¡10 años!) en botella, tapado siempre con tapón de corcho, mostrando una vez más una coherencia intachable: materiales naturales para un vino que es un regalo de la naturaleza. Llegado el ansiado momento del degüelle, éste se realiza a mano y a temperatura ambiente, y se detalla su fecha en cada una de las escasas botellas. Si están ustedes entre los pocos afortunados que descorcharán una botella de Turó d'en Mota, degústenlo lentamente, cierren los ojos y verán el bosque mediterráneo, olerán el obrador de una panadería tradicional y sentirán como una sedosa efervescencia conduce la calidez de los frutos secos y la mantequilla, y el frescor de una piel de cítrico por todos los rincones de su boca, hasta culminar en un final bello y armónico que redondeará el sueño. Abran los ojos y alégrense, ¡la magia en el vino existe!