Solaria

En Montalcino, y en el mundo del vino italiano en general, habría que inventar a alguien como Patricia Cencioni en el supuesto de que no existiera. Definir su bodega como una bodega de mujeres sería ridículo: sería ocultar todo el entusiasmo, la creatividad y el trabajo duro que caracteriza la historia de Solaria. La empresa se creó en los años 80, pero su historia arranca de mucho más allá: el abuelo de Patrizia, Giuseppe, fue en los años 50 uno de los fundadores del Consorzio del Brunello di Montalcino.

Sol, maduración, viticultura exquisita y un sinfín de ideas son las palabras clave del estilo Solaria. Pero este es un brunello que nace sobre todo del trabajo en equipo de una familia que se ensucia las manos con la tierra, en sus trescientos sesenta grados. Patrizia lo ha apostado todo por sus viñedos, situados en el cuadrante sudeste de la denominación, en una meseta natural a 300 metros sobre el nivel del mar, resguardados de los fríos vientos del este por el monte Amiata y de los vientos del norte por la colina de Montalcino.

Hablamos aquí de un microclima especial, exclusivo, que junto con el suelo confiere a los vinos de sangiovese cuerpo y profundidad, además de la proverbial acidez. El viñedo, de unas 10 hectáreas en total, se trabaja con un respeto absoluto por la biodiversidad. La bodega se ha modernizado y adecuado para la recepción de visitas, con un bajo impacto sobre el entorno. Patrizia cuenta con la participación de sus hijas Annalisa y Arianna y de su marido Giampiero en las tareas de la bodega.

Tras el repentino fallecimiento de su padre Franco, Patricia, con apenas diecinueve años, se hizo cargo de la bodega, embotellando sus primeros vinos en 1993. Abandonar sus sueños de adolescente para emprender un proyecto de viticultura artesanal ha resultado ser un gran acierto. Patrizia está considerada hoy como uno de los nombres clave de Montalcino, una productora fiable, constante y consciente.