San Salvatore 1988

Muy pocos conocían el Cilento vinícola antes de la llegada de Peppino Pagano a este territorio. Cilento, y en general el sector meridional de la Campania, han tenido una larga historia de tradición vinícola, sin embargo, aunque esta historia se remonta incluso a la antigüedad, Cilento ha sufrido la proximidad de algunas denominaciones muy reconocidas, como la de Avellino, que han eclipsado el espíritu e identidad de su tradición. Este mismo fue el razonamiento de Peppino Pagano cuando revolucionó esta región, hasta entonces conocida básicamente por los templos griegos de Paestum y por su hermosa costa, con una profunda sinergia entre las actividades de la bodega y su oferta enoturística.

La bodega San Salvatore podría definirse como una compañía de 360º: dispone de oferta gastronómica, restaurante y agroturismo, pero también de un recorrido arqueológico y de la cría de búfalas para la elaboración de mozzarella. Los viñedos, ubicados en diversas zonas de la región, disponen de certificaciones ecológicas y biodinámicas.

Algunos sostienen que el catálogo de la compañía es demasiado numeroso, pero la oferta de San Salvatore no solamente es muy razonable y evita repeticiones innecesarias, sino que además alcanza niveles cualitativos muy altos en cada una de sus propuestas. En su gama de vinos vemos la huella de Riccardo Cotarella, que ha colaborado con la compañía desde el principio dando rigor y equidad a los vinos. También se deja ver la inspiración de Gillo Dorfles, el gran crítico del siglo XX recientemente fallecido, un profundo apasionado de Cilento y su Parque Nacional.

Un estilo fresco y sabroso para los referentes de esta región: los Fiano. De reminiscencias marinas, a diferencia de los de Avellino, pero ciertamente más ricos y sabrosos. Parte del mérito se debe al terroir histórico de Pian di Stio, un viñedo clásico de la bodega, que nos regala un Fiano sutil pero a la vez yodado y estructurado. Más floral y persuasivo tenemos también su etiqueta Trentenare. Pero presten especial atención a sus dos explosivas interpretaciones de Greco: Calpazio, un vino de exótica y exuberante fruta, y Elea, procedente de un viñedo que podríamos considerar como gran cru y con un paso por barrica.

Entre los tintos predominan los Aglianico y, entre ellos, destaca Jungano, un vino agradablemente afrutado, con una vinificación que incluye acero y madera; y el monumental Omaggio a Gillo Dorfles, un vino poderoso, expresivo y absolutamente fiel al territorio. Su catálogo incluye también un Aglianico rosado, Vetere, que destaca por su fuerza, dinamismo y mineralidad. Sin duda, uno de los rosados italianos más populares actualmente en términos de clase y elegancia.