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Bodegas Pradorey
Bodegas Pradorey se encuentran en el Real Sitio de Ventosilla, una gran finca de tres mil hectáreas que la reina Isabel la Católica compró en 1503, un lugar cargado de belleza y de...
Vino de Bodegas Pradorey
Bodegas Pradorey
Bodegas Pradorey se encuentran en el Real Sitio de Ventosilla, una gran finca de tres mil hectáreas que la reina Isabel la Católica compró en 1503, un lugar cargado de belleza y de historia, situado a escasa hora y media de Madrid.
En Pradorey se elaboran todos los vinos exclusivamente con uva propia, algo que cada vez menos bodegas pueden afirmar. Se ha vuelto a las formas de elaborar de antaño, a la elaboración en tinajas de barro centenarias y a la fermentación con levaduras autóctonas, pero no por ello se ha renunciado a la innovación.
El espíritu pionero de la firma la ha llevado a explorar los límites y posibilidades de sus viñedos conjugando la tradición y los avances tecnológicos con el respeto a la tierra y a la uva y todo ello, priorizando la máxima calidad, comprometiéndose con el cuidado del medio ambiente y defendiendo su responsabilidad social. La bodega se autoabastece de electricidad a través de una presa hidroeléctrica y un huerto solar. Además, el ganado ayuda a generar abono natural para todos los cultivos y se reciclan todos los residuos que se derivan de las materias primas.
Pradorey cuenta con la mayor superficie vitivinícola de la Ribera del Duero, 520 hectáreas de viñedos propios que les permiten controlar y garantizar la calidad de sus vinos año tras año. A su vez, en cada viñedo, se realiza un exhaustivo cuidado de las diferentes variedades, principalmente tempranillo, cabernet sauvignon y merlot. Para estas plantaciones se seleccionaron cepas de más de 100 años de distintas zonas de la Ribera del Duero, recuperando algunas variedades únicas y prefiloxéricas, como, por ejemplo, el clon Élite.
La bodega se construyó en armonía con su entorno natural, encajada en la ladera, parcialmente subterránea, siguiendo la tradición centenaria de los pueblos aledaños, para mantener así constantes las condiciones de temperatura y humedad óptimas para la crianza y envejecimiento de los vinos. De la conjunción de todos estos factores resultan unos vinos vitales y frescos, elaborados a conciencia, que reflejan todo el carácter de las tierras ribereñas.