Brancaia

En 1998, la joven enóloga Barbara Widmer tomó el relevo de su padre, Bruno, al frente de la bodega familiar Brancaia. Adquirido en 1981, el que fuera el edificio abandonado de una granja es hoy una de las bodegas más consistentes y reputadas del territorio del Chianti, con una clara vocación internacional pero nunca ajena a la territorialidad y a las denominaciones tradicionales. Apasionada de estos parajes y rigurosa y dinámica en su trabajo, Barbara ha adoptado una viticultura que se caracteriza por su sostenibilidad.

Brancaia trabaja con el fruto de unos viñedos que crecen en suelos heterogéneos, entre Castellina, donde son fértiles y pedregosos, y Radda, de terrenos rocosos. El estilo de los vinos es moderno, con un uso inteligente pero constante de las barricas que no merma en absoluto la frescura de los vinos, su vivacidad, su equilibrio y su elegancia.