Borja Pérez Viticultor

Desde que tomara las riendas del negocio, allá por 2011, Borja Pérez ha tenido muy claro cuales debían ser las bases de su proyecto vitivinícola en Tenerife: suelos volcánicos, clima atlántico y variedades locales. Sus vinos son ágiles en el paladar, sin excesos de madera y fruto de una viticultura sostenible y biodinámica que pretende devolver la vida a las cepas locales arrinconadas en el olvido.

Borja posee cerca de 6 hectáreas en propiedad y alguna más arrendada a viticultores locales. Emplea siempre levaduras autóctonas, vinifica las parcelas por separado y emplea sulfuroso únicamente antes del embotellado. Fudres, cemento y barricas poco evidentes son sus armas para las crianzas, y el raspón un fiel aliado en las vinificaciones. El objetivo está muy definido: recuperar la excelencia del vino canario y dejar que la mineralidad de los suelos tinerfeños y los vientos alisios impregnen las variedades tradicionales.

Marmajuelo, listán negro, vijariego o baboso negro son nombres que vuelven a sonar con fuerza en las islas gracias a proyectos como el de Borja. Pertenecer a una cuarta generación de bodegueros canarios le ofreció el conocimiento y la pasión necesarios para interpretarlas como es debido. Las cepas cuentan con entre 15 y 40 años de edad y se trabajan desde el máximo respeto por el entorno, sin emplear productos de síntesis, facilitando así la proliferación de fauna y flora. Las uvas se seleccionan doblemente, en el propio viñedo y en la recepción en bodega. Las levaduras silvestres se ocuparán de conducir la fermentación y tras las respetuosas crianzas y un ligero filtrado, los vinos se embotellan sin estabilizar.

Tanto las etiquetas de la gama Artífice, los vinos elaborados con uvas de viñedos viejos compradas a viticultores de la zona, como las de Ignios, están diseñadas por el hermano de Borja, potenciando así el carácter familiar de los vinos y la apuesta por la creatividad en cada botella.