Variedades locales, biodinámica y microbiología
Bernardo fundó su bodega en Arnoia, cerca de Ribadavia, en 2009. Tras trabajar de mecánico junto a su padre, vio en su jubilación la oportunidad de emprender nuevos retos y acudió a la llamada de la tierra. Su hacer reflexivo y pausado lo llevó en poco tiempo a interesarse por la biodinámica y el método Fukuoka de máxima observación y mínima intervención, apartando de sus viñedos cualquier producto de síntesis química.
Las variedades locales (algunas muy minoritarias) parecen infinitas, las orientaciones son muy diversas y los predominantes suelos de granito se alternan con esquistos y suelos aluviales. Bernardo no deshoja ni despunta sus vides, pues quiere salvaguardar los racimos de los intensos rayos solares. Dicha práctica, junto al acolchado, evita que el suelo se seque en exceso y permite preservar su frescor.
Los únicos abonos que reciben sus cepas son los restos de poda y unos preparados de biofertilizante que él mismo prepara y que aplica tanto al suelo como a la superficie foliar de la planta. El cambio climático camina a pasos agigantados y Bernardo tiene claro que la biodinámica, por sí sola, no es suficiente para combatirlo. Para conseguir uvas de la mejor calidad apuesta por la microbiología, por reproducir organismos de los bosques que rodean sus parcelas que doten a sus cepas de resistencia natural ante las plagas originadas por las cada vez más frecuentes inclemencias meteorológicas. Bernardo sabe que el modelo actual de agricultura está agotado y que únicamente recuperando la vida en el suelo podremos seguir alimentándonos, es por ello que sus vinos se llaman Cháns e lus, 'suelos y luz', y transmiten toda la vitalidad natural que uno siente caminando entre los viejos muros de sus pequeños viñedos.